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          Memorias de un canalla (1955) es una de las novelas escritas por Ramón Amaya Amador en su exilio en Argentina.
A través del diario personal de Fedro Marine, Amaya Amador, hace un descarnado recorrido por los pasillos del poder de cualquier país donde el capital determina la vida de las naciones. El oscuro empleado bancario, impulsado por la ambición deja de lado cualquier principio ético, para escalar posiciones en los engranajes de la corrupción, fraude, militarismo, represión y muerte; tras los cuales se esconden los verdaderos dueños del poder: el gran capital nacional y extranjero representado en la novela por el todopoderoso Sergio Ariño.
Esta notable obra de ficción, en la que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, parece escrita en nuestros tiempos. Desde el Cono Sur de nuestra América llegando hasta los “inmaculados” países del primer mundo, pasando por nuestra sufrida Centroamérica, empresarios, presidentes, ministros, políticos de diversos colores muestran la podredumbre de un sistema en el que el único valor supremo es el enriquecimiento a costa de los pueblos.
Nació el 29 de abril en 1916 en el municipio de Olanchito, en el departamento de Yoro, entre sus primeros oficios estuvieron los de maestro de escuela primaria y de regador de veneno en los campos bananeros, lo que le dio la experiencia en carne viva de las situaciones precarias que vivían los trabajadores de las plantaciones bananeras. En el año 1939, comenzó una etapa como periodista, empleándose en el periódico El Atlántico de La Ceiba. Comenzó como redactor, escalando rápidamente hasta llegar a ser editor periodístico. En octubre de 1943 fundó una revista semanaria en la ciudad de Olanchito, llamada Alerta.
En 1944, escapando de persecución política, huyó buscando auxilio en Guatemala, país que lo acoge por los siguientes diez años. Trabajó en el periódico Nuestro Diario y prestó colaboración en El Popular Progresista, Mediodía y Diario de Centroamérica. Tras el derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz, buscó asilo en la embajada de Argentina para posteriormente migrar hacia este país, donde se radicó en la ciudad de Córdoba y trabajó para la editorial Sarmiento, es en esta ciudad donde conoció a Regina Arminda Fúnez con quien se casaría el 19 de enero de 1957.
En mayo de 1957 regresó a Honduras, donde comenzó a trabajar para el periódico El Cronista y fundó la revista Vistazo en Tegucigalpa.
En abril de 1959 abandona de nuevo el país junto con su esposa y sus hijos, Aixa Ixchel y Carlos Raúl, radicándose en Checoslovaquia. Tomó residencia en la ciudad de Praga, donde trabajó para una revista llamada "Problems of Peace and Socialism'
También es conocido como el señor de las novelas, mayormente en Honduras.
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